jueves, 10 de julio de 2014

La educación familiar desde el humor


Lo más frecuente es que los temas de educación familiar se aborden desde la seriedad que la cuestión exige. Pero también es posible hacerlo desde el humor y a continuación se presentan algunas muestras de ello.

Comencemos por el principio. No cabe duda que el nacimiento de un niño altera y cambia de manera radical las formas de vida que hasta ese momento tuvo la pareja. Paul Reiser narra su propia experiencia al respecto.

Cuando la pareja se convierte en madre y padre de un niño recién nacido, toda la ansiedad y el deseo que han sentido por el sexo se transfiere al sueño. Es como que alguien se colara en tu cerebro, encontrara todos los cables que van al botón del sexo y los que van al del sueño y simplemente los mezclara.
No me di cuenta de cuán profundo era el cambio hasta que me descubrí un día mirando un aviso de lencería con la foto de una hermosa y seductora joven echada casi desnuda sobre una cama con sábanas de satén, y todo lo que pude pensar fue: Hombre, qué cómoda parece esa cama.

Por su parte Jorge Ibargüengoitia da cuenta de lo extraño que debe resultar el comportamiento de la madre desde la mirada de su hijo pequeño.

En primer lugar, hay que corregirle el lenguaje. Nos va a decir “pichocho” por precioso, “papos” por zapatos, “quedes más”, por quieres más, etc. Cuando la madre diga “papos”, el infante debe contestar, severamente:
-Nada de “papos”: zapatos.
Porque en la ignorancia fingida de la madre hay una mala fe notoria. Nos enseña a hablar como idiotas, y después cree que somos idiotas porque hablamos como ella nos enseñó. Es mala fe notoria, pero inocente. (…)
Este fenómeno abarca, no sólo el lenguaje, sino la mayoría de las actividades de un bebé. Nos pone una ropa ridícula que nadie en sus cabales se atrevería a escoger, nos da una comida insípida e indigesta, nos atraganta con ella, nos impide el uso de las instalaciones sanitarias, y prefiere pasarse el día cambiándonos pañales y, lo que es peor, después se queja y nos acusa de esclavizarla. (…)
En el fondo del cerebro de cada madre hay la esperanza de que su hijo llegue a ser un modelo. ¿Un modelo de qué? Nadie sabe. Pero un modelo.
Es responsabilidad única, directa y especial del hijo, quitarle estas ideas de la cabeza a su madre. Para esto, hay que recurrir a la polémica y al convencimiento.

En relación a la manera en que los padres de antes ejercían la autoridad, a Juan José Millás le llama la atención que con ingenuidad se sitúe el origen del pensamiento binario en tiempos recientes. Si ese fuera el caso, su madre resultó una adelantada

Mi madre era de pensamiento binario, siempre decía una de dos: “Una de dos, o haces los deberes o te vas a la cama sin cenar”.

El filósofo Fernando Savater no es particularmente conocido por sus consideraciones en torno a temas educativos pero su libro Ética para Amador alcanzó gran difusión y ello generó que en muchas ocasiones le hicieran entrevistas sobre esas cuestiones. Hace muchos años una joven reportera le preguntó si él se consideraba amigo de su hijo adolescente, a lo que Savater se limitó a responder.

No, señorita, yo no me considero amigo de mi hijo; cómo se ve que usted no conoce a mi hijo, ni a sus amigos. Son terribles. No podría vivir como ellos, yo no podría ni vestirme, ni desvelarme, ni bailar como ellos; no puedo comer lo que ellos comen, ni hacer lo que ellos hacen, ni escuchar eso que ellos en su pleno derecho llaman música. No me alcanzarían las fuerzas y tendría que renunciar a mi propia vida. No, señorita, yo no soy amigo de mi hijo; me conformo con ser el padre de mi hijo.

En los tiempos que habitamos se suele hablar de pre-adolescencia ya que actitudes y comportamientos propios de esa etapa se vienen presentando en niños que, de acuerdo a la división clásica de los diversos estadios de desarrollo, aún no deberían tenerlos. Por otro lado Françoise Dolto se refiere a la pos-adolescencia para indicar que la salida de esa etapa es cada vez más tardía, en cuanto a que los jóvenes siguen viviendo en casa de sus padres y dependiendo de ellos. Pues bien, aludiendo a esta situación, Germán Dehesa sostiene

El cine nacional ya nos mostró las melodramáticas y llorosas consecuencias que se presentan Cuando los hijos se van, pero nada nos ha dicho de la abismal tragedia que cimbra a los padres cuando los hijos no se van.

El mismo Dehesa se refiere a la forma en que el varón vivía la paternidad en el pasado (lo que identifica como época de oro). Eran tiempos en que –agrega- cuando la escuela citaba a junta de padres, ello quería decir reunión de madres.

En la época de oro, el padre asistía por brevísimos minutos a la concepción de la criatura y luego recuperaba la vertical y se perdía en el horizonte. Iba rumbo a la guerra de Troya, o a conseguir un carburador. En ambos casos, era probable que no regresara, o que reapareciera cuando el hijo ya era una gente de razón con la que se podía hablar de hombre a hombre. Esto aún en el caso de que el hijo fuera hija.

Los tiempos han cambiado y el hombre debe asumir la paternidad de manera muy diferente. Concluyamos señalando que Germán Dehesa no se queja de estas transformaciones, sino todo lo contrario. “Llegado el momento comencé a ejercer como padre. Me ha correspondido ejercer de padre de tiempo completo. Lejos de quejarme, confieso que me he divertido mucho y declaro que estoy muy orgulloso de la educación que mis hijos me han dado.”

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